Que triste estar en el lugar exacto en el que me imaginé estar años después de conocerte
Que el miedo nunca se haya ido
Y que el tiempo me haya cumplido la profecía
Aquella profecía que sentí cumplida el día que te mire a los ojos la primer mañana que compartimos
Y te dije que tus ojos eran verdes
Y pensé que no hay nada más
Y sentí que no te conocía pero sabía
Yo sabía
Que iba a perderte.
Que triste haber pasado aquella noche a solas
Habiéndonos hecho un tiempo para nosotros
Riéndonos a la madrugada
Durmiendo abrazados por primera vez en la noche mas fría del año
Sabiendo por dentro que eras mucho para mi
Que iba a ser demasiado todo esto.
Que nunca iba a volver a dormir en paz si no era en tus brazos
Que cuando te perdiera jamás iba a volver a sentirlos
Me tomó más o menos unas cuatro horas darme cuenta
Después de haberte conocido por primera vez
Que jamás te iba a poder olvidar,
aunque intentase con la mayor de todas las fuerzas
El dolor de haber conocido un amor que no me conoce
La incertidumbre de haber accedido a una carne que no es mía
La angustia de ver los domingos a solas
La locura de recordar con detalles tus ojos,
Tus expresiones, tus palabras, la manera de ver las cosas
Como podía predecir cada palabra ya
Porque ya nos volvimos uno los dos
Y repentinamente fuimos ninguno.
Que tristes esas palabras que me dijiste,
Las que nunca creería escuchar de tu boca.
Que triste soledad la que me acechaba cuando te besaba, cuando te esperaba, cuando te dormías.
Que triste haberte visto tantas veces y pensar que eras el amor de mi vida.
Que triste haberte compartido parte de mi,
Haberte mostrado mi interior,
Haber pensado que era poco para un hombre que no otorgaba más que incertidumbre,
Y que aún así, entregada a lo que me ofrecieras,
No nos hayas elegido.
Ni a mi, ni al amor.