La Boca

Juliana
4 min readJul 19, 2024

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Benito Quinquela Martín, Amanecer en Primavera (1967)

Me desperté una vez, un viernes, para ir a trabajar. Me sentí rara, creo que me peiné y cocine algo para el almuerzo, deseché un par de cosas que no servían, no desayuné, no recuerdo bien. Solo recuerdo que en esa rareza me sentí inspirada, como si una rafaga de ganas y temor me sofocara la garganta y la imaginación. Salí a la calle y el día irradiaba. Las fresías del puesto de al lado del subte estaban frescas y parecían recien cortadas, la mañana olía a viernes porteño de esos que palpitan ganas de descansar pero tambien de joder.

Cuando terminé mi turno quedé para vernos con un amigo, al cual le conté sobre mi golpe de inspiración y mi necesidad de hacer notar mis ganas, mis sentimientos, las cosas que quiero aportar al mundo. Momentos que le surgen al artista reprimido o la persona a la cual se le dibuja una ventana en medio de tanta angustia. Él supo escuchar, estuvo atento a mis propuestas y yo abierta a sugerencias. Ese encuentro pudo apaciguar la ferviente puesta en escena del deseo de ser algo, de consagrarme alguien. En síntesis, pude descansar con su oído y su hombro. A veces resulta dificil, soy una persona abrumada por muchos sentimientos, muchas vivencias que observo y no comprendo. Me siento interpelada por la voz de Vilariño:

Todo es tan simple

Mucho mas simple

Y sin embargo, hay momentos en que es demasiado para mi.

Hay momentos en los que las cosas se me escapan, no solo de las manos, sino tambien del razonamiento. Mi actual propósito es no pensar, tratar de no entender. Hacer catársis en Parque Centenario a las 19:00 con un amigo de la facultad tampoco es de gran ayuda para ese objetivo, pero al menos pude sentir que mi bruma y complejo pudieron ser entendidos por alguien externo y no solo por mi conciencia.

El día fue avanzando y me fuí encontrando con mi familia llegada la noche. Mis hermanas vinieron de visita a la ciudad, mis padres se fueron de viaje. Hacía tiempo que nos extrañabamos pero hacía segundos de nuestra ultima discusion. Siempre nos vamos actualizando en ese sentido. Entendemos nuestra relación como conductora de conflicto indistintamente del tiempo que haya pasado entre encuentros. Y siento que es parte de la forma en que fuimos criadas. Jamás habrá calma, pero aprendemos a sobrellevarlo. Sin embargo las extrañé mucho y me pone contenta poder encontrarme con sus expresividades y sus chistes, las anécdotas y los eventos compartidos. Cada vez que las escucho bromear me siento cerca de los momentos mas felices de mi vida, y eso me hace querer tenerlas siempre a mi lado.

Al día siguiente fuimos al barrio de la Boca. Ahí pude darle sentido a mis cuestionamientos, al ver de cerca la simpleza de las formas de relacionarnos y acercarnos al otro y tambien a nosotros. Las ayudas, los ofrecimientos, las compañías. El ambiente brinda tambien una situación pintorezca y de comunidad barrial. Hace al frío y distante extranjero sorprenderse de eso que desconocen, y al visitante conurbano una suerte de rememorización de su cuadra, sus kioscos, sus vecinos y sus cuentos de cancha cuando se cortaba la calle, llamabas a tus vecinitos y se armaban los arquitos con piedras.

Me siento observadora de un núcleo al que pertenezco. Pero no soy cualquier observadora: observo en materia de admiración y expectación. No soy meticulosa en mis análisis. Solo me gusta ver las elecciones que hacemos al ser, donde estar, como vivir. En ese sentido el barrio de La Boca me brindó una familiaridad de la que todavía era ajena. Entre tanta soledad, grises y espaldas en el microcentro porteño, encontrarme con una concentración de sentimientos populares de comunidad y cercanía me dieron un respiro del pensamiento.

Me gusta nutrirme culturalmente y creo que ese es mi motivo de observación. El barrio es un deleite cultural constante. No necesita refacciones, restauraciones, modificaciones. Es un lugar donde uno va y és. Inclusive si no es argentino o no se ve atravesado por nuestra cultura. Es mas o menos lo que nos sucede a nosotros, o al menos lo que observo: no necesitamos reparaciónes, sino ser capaces de ir nutriendonos de todos los contextos en los que nos vemos inmersos dentro de sus diversidades. Y es lo que me sucede a mí: no necesito comprenderlo todo, a veces la abundancia de manifestaciones del accionar no tienen correlación, sino solamente son momentos que se me presentan y de los cuales tengo la posibilidad de seleccionar de qué nutrirme y qué descartar.

Hace poco me dijeron que la vida es una hoja en blanco y uno puede dibujar lo que se le cante. Yo, personalmente, voy a ir con el lapiz marcando lo que venga y viendo que se va formando. Por momentos me encantaría. dibujarme la vida perfecta y resuelta, las emociones solidas y la mente concentrada. Pero el lapiz con el que cuento dispara para cualquier lado. Pienso que si voy trazando las lineas de a poco, con mucho cuidado y cariño, quizás paulatinamente se vaya construyendo el boceto de mi propio paisaje.

Septiembre 2022.

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Juliana
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